Pero la mayor parte de la creación musical estrictamente guitarrística de Toti Soler, igualmente importante, es menos conocida por el gran público, y por ello nuestra Asociación quiso disfrutar de cerca de este excelente guitarrista y conocer más y mejor su inestimable obra, tan mediterránea, tan contemporánea, tan universal.
Las expectativas quedaron superadas con creces. Cautivados desde el primer minuto, durante la hora y media que duró el concierto disfrutamos de lo lindo con un jovencísimo y vital Toti Soler acompañado de dos excelentes músicos. Era difícil saber dónde acababa el contrabajo de Marc Prat y dónde comenzaba la guitarra de Toti Soler: más que acompañamiento vimos y sentimos una perfecta comunión de las cuerdas, envueltas por una inusual y delicada percusión, riquísima en matices, de Dídac Ruiz. Hay que destacar también la calidad del sonido de la sala, excelente. Fue así como, a pesar de la presencia de tres grandes maestros, el único protagonista fue la música.
Toti Soler consiguió que entendiéramos, por fin, qué es eso de la fusión, cuando, por ejemplo, nos ofreció una cueca (chilena) con una armonía moderna, muy jazzística, en una guitarra clásica, tocada con técnica flamenca y acompañada por una percusión sutil y exquisita. Un reto que sólo se logra cuando detrás de un metódico trabajo hay honestidad, buen gusto y pasión por la música.
Toti Soler estructuró su concierto empezando y terminando con obras de carácter muy íntimo que flanquearon un clímax central con una sorpresa fuera de programa: invitó a subir al escenario a la cantante Perla Batalla (acompañante de Leonard Cohen durante más de quince años) que se encontraba en la sala y que nos regaló una emotiva Suzanne de este autor. Al final, el numeroso público asistente, de pie, obligó el Trío a ofrecer un bis.
Gracias, maestro, de composición e interpretación.
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